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Cada dia un pensamiento liberado...

sábado, 5 de noviembre de 2011

campamento



-Gracias acrilico-

-nunca debí traer la katana al campamento- pensaba sentada en la cama de la habitación, rodeada de mis compañeros, ruido, risas, bullicio, demasiado escándalo del que soy capaz de abstraerme un par de minutos metida en mis propios pensamientos –esta fría- susurro tan bajo que casi entorpece los latidos de mi corazón, acariciando el filo romo de la katana, sintiendo como mis vellos se erizan no solo por el frio, si no por el entusiasmo de tenerla grande entre mis manos, bajando mis dedos hasta el filo tan afilado que veo caer un par de gotas de sangre al suelo que arrastro con la suela de mis zapatos –nunca debí traer mi katana- seguía pensando al levantarme y escuchar de fondo solo el chirriar de los muelles del colchón de la cama, arrastrando el filo de la hoja por toda la habitación solo fijando mi vista en un punto, un camino rojo intenso que va desde mi mano bajando por la empuñadura, la hoja hasta llegar al suelo.
Ya no hay ruido dentro de mí, todo se ha parado a mi alrededor, mi mano gira el pomo de la puerta y siento como el frio corta mi cara.
-¿nadie?- es una pregunta contestada con silencio y con el ruido de las hojas secas al caer sobre las piedras del suelo, la hoja afilada sigue arrastrándose mientras camino, haciendo un chirrioso ruido que me recuerda al roce del tren sobre sus propias vías, hasta encontrarse en la mitad de este lugar que intenta sin conseguirlo asemejarse a un campo libre, donde alguien puede huir cuando quiera –no es más que otra cárcel- grito dejando caer una de mis manos sobre mi propia rodilla, agarrando la empuñadura de la katana con más fuerza, clavando las uñas de mis dedos en mi propia piel, las hojas secas crujen bajo mis pies –¿bajo mis pies?- pienso notando como mi respiración se vuelve cada vez más acelerada, apenas puedo respirar, percatándome de que solo hay arena debajo de mí, me giro y –no debí traer la katana conmigo- digo por primera vez en voz alta con las rodillas clavadas en el suelo, clavando la mirada en la sangre que baja hasta mis pantalones en forma de rio rojo intenso, burbujeante, apretado, demasiado lento, paso mis dedos sobre ella mojando solo la yema de ellos, hasta tocar a uno de mis compañeros –cuál era su nombre?, no soy capaz de recordarlo- pienso acercando mis ojos hasta los suyos ahora perdidos y sin vida, acaricio su herida, una larga línea que traspasa su pecho, -nunca debí de traer mi katana conmigo-

Cristobalina poe

*Arrastrando sentimientos*

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